Los pimientos picantes son para muchos un placer culinario que, sin embargo, en bastantes momentos de la historia, ha arrastrado una inmerecida fama de "alimentos malos para el estómago". Esa creencia se contradecía con el hecho de que muchas regiones de la Tierra donde se consume comida picante -India, México o el mundo árabe- tenían las tasas más bajas de cáncer, lo que ha llevado a laboratorios de medio mundo a investigar las propiedades de los pimientos como posible remedio al mal del siglo XXI, el cáncer. La esperanzadora respuesta a esa búsqueda se llama capsaicina, el componente que hace picantes a los pimientos, y de ella vamos a oír hablar mucho y bien en los próximos años.
Los fitonutrientes como el licopeno, la luteína y la capsaicina de los pimientos son sustancias químicas que ayudan a proteger las plantas de los gérmenes, hongos e, insectos, y se han reconocido por sus beneficios significativos para la salud de las personas.La capsaicina, en concreto, favorece la digestión y estimula el funcionamiento de las glándulas suprarrenales. Pero, por encima de todo, numerosos laboratorios están descubriéndolo, tal vez, como el más potente anticancerígeno conocido hasta la fecha, tanto en preparados farmacológicos como de forma natural. Cada vez hay más consenso científico en que el consumo regular de chiles, pimientos de Padrón y demás pimientos picantes parece eficaz tanto para combatir como para prevenir diferentes tipos de cáncer, si no todos.
En el año 2006, investigadores, del Centro Médico Cedars-Sinai, en la ciudad de Los Angeles publicaron un estudio, según el cual, la capsaicina provoca que el 80% de las células cancerígenas de próstata iniciaban un proceso de autodestrucción muy positiva para luchar contra la enfermedad.
También se determinó que los tumores de próstata tratados con capsaicina se reducían en tamaño.
Los científicos estadounidenses estudiaron ratones genéticamente modificados con células humanas de cáncer de próstata. Los ratones recibieron dosis equivalentes al consumo de 400 miligramos de capsaicina tres veces a la semana. “La capsaicina afectó profundamente la proliferación de células cancerígenas en los cultivos y redujo drásticamente el desarrollo de tumores de próstata”, asegura Soren Lehman, director del estudio.
A finales de 2012, un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Nottingham, en el Reino Unido, demostró que la familia de moléculas a la que pertenece la capsaicina, los vainilloides, se unen a las proteínas en la célula de cáncer de pulmón y cáncer de páncreas para activar la apoptosis o muerte celular -lo que profundiza el conocimiento del Centro Cedars-Sinai sobre el "suicidio" de las "células malas"- , todo ello, sin dañar a las células sanas circundantes. Según el investigador principal, el doctor Timothy Bates, "dado que estos compuestos atacan el corazón mismo de las células tumorales, creemos que hemos descubierto un talón de Aquiles para todos los tipos de cáncer”. “También es posible que, para los pacientes con cáncer o aquellos con riesgo de desarrollarlo, sea aconsejable comer una dieta rica en comidas picantes y ayudar así a tratar o prevenir la enfermedad”, concluye el el médico británico.
También a finales de 2012, un estudio del Centro Médico de la Universidad de Pittsburg, en Estados Unidos, realizado en ratones con cáncer de páncreas confirmaba estas hipótesis. Según concluye, la capsaicina podría prevenir o retardar el crecimiento de tumores de páncreas humanos en ratones provocando la apoptosis o muerte celular programada de las células tumorales. “La ingesta de capsaicina por ratones con tumores de páncreas humanos resulta ser un efectivo inhibidor del proceso tumoral, induciendo la apoptosis en las células tumorales", asegura el principal investigador del estudio, el doctor Sanjay K. Srivastava. El volumen de los tumores se reducían hasta la mitad tras la ingesta de capsaicina por los ratones en comparación con otros roedores que no fueron tratados con la sustancia.