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alece León Manjar de Reyes - Ciudad Española de la Gastronomía 2018

Alimentos, mejor locales que globales

25.06.2013

Muchas veces oímos hablar de la globalización, casi siempre para mal, y el sector alimentario no es una excepción. El producto local tiene mejor prensa que los alimentos importados, aunque el precio inferior de muchos de éstos, pese a recorrer miles de kilómetros hasta nuestra mesa nos tiente poderosamente... En este artículo comparamos distintas opciones de consumo y el resultado es abrumadoramente favorable a los productos locales. 

Aunque el despilfarro energético de traer un kiwi de Nueva Zelanda o una soja de Argentina parece, en principio, un pecado imperdonable, hay que reconocer que los pequeños productores de Marruecos, Ecuador o Senegal tienen todo el derecho a vender sus productos en los países ricos. Sin embargo, la agricultura de exportación no tiene nada que ver con las pequeñas explotaciones sino con grandes empresas occidentales que se instalan allí con el único afán de producir barato, muy barato: salarios bajísimos, mano de obra infantil, agroquímicos en grandes cantidades o falta de controles sanitarios son la razón de que una fruta de Ecuador o Centroamérica atraviese todo el Atlántico y aún así sea más barata que la producida en Lérida o Valencia. “Hoy por hoy –explica Felipe Medina, director de Economía Agraria del sindicato del campo COAG- es mucho más barato producir un tomate en Marruecos que en Almería porque las condiciones de trabajo que se exigen en esos países no son las que se exigen aquí -puede estar allí trabajando una persona por medio dólar al día- y porque se utilizan productos químicos, como el bromuro de metilo, que en la UE están prohibidos”.

Paradójicamente, la globalización del comercio alimentario hace muchas veces innecesarias las importaciones de productos porque los grandes distribuidores (hipermercados y supermercados) están trayendo a España las condiciones de vida y de trabajo de los campos del norte de África o Sudamérica. Estas grandes compañías están montando centrales de compra que lo hacen casi todo: empiezan en la finca del agricultor, donde compran las naranjas, por ejemplo, a tres céntimos por kilo (son cifras de COAG), las transportan a las ciudades, almacenan el género el tiempo necesario para sacarlo cuando la demanda es favorable para ellos y lo venden en sus grandes superficies a 1,7 euros por kilo.

De este modo, el agricultor español se lleva menos del 20% del precio final, se eliminan intermediarios y, aún así, los precios de los alimentos no bajan casi nunca. ¿Por qué? Porque lo que pagamos en el mercado refleja mucho más la “mordida” de los intermediarios que el trabajo en el campo. Un estudio  de la Coordinadora de Organizaciones Agrarias -“¿Quién se queda lo que tú pagas?”-, ha comparado los precios de los alimentos en destino y en origen. Y el resultado es que estos últimos, lo que recibe el agricultor o ganadero, se multiplica 4,2 veces de media en destino. Naturalmente, cuanto mayor es la distancia que recorre un producto, más migajas del precio final caen en manos de los intermediarios, lo cual significa que la agricultura de exportación es poco menos que un negocio de subsistencia para los cultivadores de Colombia, Senegal o Marruecos: apenas un 10% del precio que pagamos en nuestro mercado se queda en manos del agricultor exportador.

Por si faltasen beneficios para los grandes operadores del negocio alimentario, el proceso se está internacionalizando y, cada vez más, las centrales de compra de la gran distribución -que son naves enormes en las zonas productoras-, se están llevando a Sudamérica, Centroamérica o el Magreb. Globalización en estado puro.

Para romper esta cadena que puede arruinar el campo español y la producción de alimentos locales de calidad, COAG recomienda sin ambages los mercados tradicionales por la calidad, frescura y fiabilidad de los productos que venden, la mayoría, nacionales y más baratos cuanto más cerca esté su origen. “Una naranja que en 24 horas pasa del árbol a mi casa –apunta Felipe Medina- tiene que ser mejor que otra que viene de Uruguay, pasa 15 días en una cámara frigorífica, hay que arrancarla verde del árbol y está cultivada por un agricultor que apenas gana lo justo para vivir”.

Todos estos datos han de hacernos reflexionar a la hora de tomar decisiones de compra y pensar que las tablillas que explican el origen de los productos pueden servir para mucho.
 

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